Diego Cadavid y Carolina Gómez forman parte de esa generación de relevo que ya esta dando que hablar por sus trabajos comprometidos. Cadavid, que comenzó con tímidas y planas apariciones en Padres e hijos, poco a poco se ha ido convirtiendo en uno de los galanes-actores con más peso en la pantalla de la actualidad. Galán, porque tiene la figura para gustar a la fanaticada y actor porque es estudioso, juicioso, no les tiene miedo a los personajes comprometidos y sobre todo porque le interesa ser juzgado como un artista antes que como el caribonito que debutó al seriado del mediodía.
Carolina está llamada a convertirse en la nueva diva de las telenovelas. Con solo dos interpretaciones en su hoja de vida, ha logrado transformaciones que se convierten en buen presagio. La lágrima fácil pero no barata y la seriedad con la que maneja su cuerpo, su gestualidad, la entonación y la cámara hacen que los televidentes comiencen a endiosarla. Eso sí, sin que ella caiga en tontos ensimismamientos.
Helena Mallarino, que se alzó con la mayor votación como actriz de reparto por su actuación como Greta en Todos quieren con Marilyn, representa la madurez y la dinastía artística. Ella es parte esos actores que siempre han sabido escoger sus papeles, que se han movido discretamente en el medio y que son viscerales a la hora de componer. Además, Greta es de ese tipo de interpretaciones que le hacen agua la boca a cualquier actriz y que tanta falta hacen en la mayoría de dramatizados: seres de verdad, mujeres del común que sienten y que no son solamente la tonta cenicienta a la que nos tienen acostumbrados muchos libretistas.
Nicolás Montero, después de su casi desaparición de la pantalla, hace un regreso triunfal en un papel que le permite explotar ese talento que se sabe que tiene pero que a veces muestra tímidamente.
Otras dos sorpresas son parte de la premiación: Isabella Santodomingo venció a tres contrincantes pesadas, Marcela Gardeazábal, Verónica Orozco y Cristina Umaña. El título de mejor malvada de la actualidad podría dársele a cualquiera, pues las cuatro tienen ese veneno necesario para ser odiadas y al mismo tiempo amadas. Todas tienen compromiso y entrega y no se contentan con el movimiento o la entonación cliché para darle carácter a interpretaciones sino que nos convencen de lo que hacen.
Patrick Delmas, que se estrenó como figurante en Betty la fea, en el papel de perverso cuñado de la viuda de la mafia ya se posiciona como lo que en realidad es: un actor de escuela. Aquí, su carisma, al estilo de un James Bond sin escrúpulos, tiene rendidas a sus pies a las colombianas que seguramente lo pedirán pronto como protagonista, ojalá no como estelar bobo y sin sazón pues dá para más.